Una organización donde las personas están poco motivadas y poco formadas difícilmente va a proporcionar un gran servicio, por lo cual será poco probable que los clientes estén satisfechos. Esto se puede producir cuando el aporte de valor está muy focalizado, paradójicamente, en el cliente y en los accionistas, pero se pone a los empleados en una prioridad baja.
Es clave que los colaboradores estén alineados a nivel de valores, dispongan de las capacidades necesarias y estén motivados
Algunas empresas son conscientes de la importancia de tener a sus colaboradores alineados a nivel cultural y suficientemente motivados (su productividad aumentará desde un 20% a un 50% o más1).
El hecho de que haya un alineamiento en valores y que además dispongan de las capacidades necesarias proporciona predictibilidad y confianza. Esto nos permite desarrollar lo que denominamos como “A-Player”, “the right person in the right seat”2).
Dado que estos aspectos son factores clave para que los clientes reciban un mejor servicio, invertir en ellos redundará en mayores beneficios económicos, parte de los cuales se pueden volver a reinvertir en los trabajadores y así aumentar su bienestar. De este modo, es posible crear lo que denominamos un “círculo virtuoso de generación de valor” (gráfico inferior).
Entrando en un poco más de detalle, ¿cómo se puede crear ese entorno motivante?3
Otorgando suficiente autonomía en las tareas.
Invirtiendo en desarrollo profesional para crear una organización de alto rendimiento.
Uniendo a los colaboradores alrededor de un propósito empresarial (por ejemplo, el de ser “los mejores” dentro de nuestro mercado).
Fomentando un buen ambiente de trabajo con gran conexión social.
Proporcionando reconocimiento a los equipos y personas.
Y, por supuesto, con unos buenos sueldos.
Si el propósito es simplemente ganar más dinero, pueden suceder cosas éticamente cuestionables: en lugar de crear más valor para la sociedad, lo destruyes
El problema detrás de todo esto se produce cuando la empresa persigue un objetivo meramente instrumental para conseguir mayores beneficios económicos. Si el propósito es simplemente ganar más dinero, pueden suceder cosas éticamente cuestionables, ya que la destrucción de valor social y ecológico, en ocasiones, resulta muy rentable.
Pensemos, por ejemplo, en los costes sociales y medioambientales que genera el “fast fashion”. Este modelo de negocio, con una producción altamente contaminante, crea artículos que caducan mentalmente mucho antes de hacerlo materialmente. Además, su producción se acostumbra a localizar en países lejos de donde se consume, con el fin de abaratar costes y ser más rentables a costa de condiciones laborales, en ocasiones, muy precarias.
1Warwick University – Happiness and Productivity
2Jim Collins – Good To Great
3Daniel Pink – Drive
4United Nations – Sustainable Development Goals.